La vida de la Dra. Florence Thato Ntaopane estuvo marcada por el vitiligo desde que tenía apenas tres meses. Lo que comenzó como una pequeña mancha junto al labio se extendió con el tiempo por su rostro, pecho, espalda y, finalmente, por su mano derecha. En una sociedad que juzga la apariencia, esta condición le planteó retos desde la infancia.
La infancia marcada por el vitiligo.
Durante su niñez, Florence enfrentó burlas, preguntas incómodas y etiquetas que minaron su confianza. Prefería pasar el recreo ayudando a la señora que vendía comida antes que jugar con otros niños, para evitar la exposición y los comentarios sobre su piel.
El rechazo en la calle: una experiencia que dolió.
Recuerda claramente una tarde en la que una mujer desconocida la interceptó y le preguntó con rudeza quién la había quemado. A pesar de que ella explicó que tenía vitiligo, la otra persona no escuchó y hasta la llamó fea antes de marcharse. Episodios como ese no fueron aislados: se repitieron a lo largo de sus 34 años, dejando cicatrices emocionales profundas.
Un consejo inesperado que cambió su vida.
En la escuela, una señora llamada Mamaseko le dijo algo que transformó su forma de verse:
“Todos los niños desean cambiar algo de sí mismos. Tu condición no es peor que la de nadie. Deja de sentirte menos.”
Esas palabras, recibidas cuando ella estaba en séptimo grado, fueron el punto de inflexión que le permitió recuperar la confianza perdida.
De la inseguridad al propósito: su labor como pastora.
Hoy, Florence no solo aceptó su piel; la incorporó a su misión. Como pastora, dedica tiempo a acompañar y motivar a quienes viven con vitiligo —especialmente a niños y jóvenes— para que superen el estigma y aprendan a verse con dignidad.
Mensaje para quienes viven con vitiligo.
Su mensaje es directo y esperanzador:
- No te menosprecies: tu valor no depende de la opinión ajena.
- Ámate primero: el respeto y el cariño propio cambian la forma en que otros te perciben.
- No eres un error: tu vida tiene propósito aunque otros no lo comprendan.
Y cuando le preguntan “¿qué te pasó en la piel?”, ella responde con humor: “¿Dónde?”
porque su identidad ya no gira en torno a las manchas, sino en torno a quien es y al servicio que brinda.
Reflexión.
La historia de Florence recuerda que el vitiligo no define a nadie. Las manchas son solo una parte de una historia personal que merece ser compartida y respetada. A veces, una palabra de apoyo —como la de —Mamaseko— puede cambiar el rumbo de una vida. Aceptar la propia piel es un acto de valentía, y contar estas historias ayuda a crear empatía y comprensión.
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Sugerencia de Red Vitíligo:
Red-Vitíligo recomienda hacer la visita a un Dermatólogo o Especialista con conocimiento o familiarizado en este padecimiento antes de optar y emplear cualquiera de los tratamientos o consejos de los que se habla aquí, ya que muchos de ellos necesitan de una supervisión médica.